Puede que a algunos artistas el paso de llenar estadios a ofrecer conciertos en salas de pequeño aforo se les atragante, pero este no es el caso de Tyler Ramsey, que el pasado viernes agotó las entradas para el concierto que ofrecía en el Café La Palma, en la capital del reino.
Para comenzar la velada, la jovencísima Maren nos ofreció un pequeño muestrario de su repertorio, basado principalmente en el folk pop, acompañada únicamente por su Martin acústica. Un repertorio sentido en el que su magnética voz y su simpatía embelesó al respetable. Bebedora de muchas fuentes, tiene tiempo más que de sobra para encontrar su propio camino en el futuro, mimbres no le faltan, aunque las perlas que interpretó auguran un brillante porvenir si no perece ante sus propios efluvios.
Tras ella, en el hiper poblado y a la vez minúsculo escenario del Café La Palma, Tyler Ramsey saltaba a las tablas, acompañado tan solo de una de sus guitarras.
Su presencia escénica es notable -no en balde es un bigardo de más de dos metros-, y la sensibilidad de los temas que nos ofreció no se queda atrás.
Mucho mas calmado estilísticamente que en su etapa con la reata de caballos, Ramsey nos mostró su personal visión del folk rock de los estados juntos de América, una cuidada y preciosista versión del «americana«, en la que, si bien en algún momento hubo una eventual y contenida explosión más roquística, navegó principalmente por aguas tranquilas.
Parte del concierto nos ofreció a Ramsey en solitario, acompañado de alguna de sus guitarras, su harmónica o su teclado, defendiendo con integridad y honestidad sus canciones, que adquirieron mas lustre cuando el trío de músicos que le asisten le acompañaban a través de esos pasajes que nos transportaron por unos momentos al ideario del medio oeste americano, destacando el juego de voces que le ofrecía su bajista, oriundo del foro, despachando dentro del repertorio preparado para la ocasión en su gran mayoría temas de su más reciente trabajo, «For The Morning«, que a la sazón presentaba en esta gira.
Demostrando un dominio total de su guitarra, y no desmereciendo al sentarse tras de las teclas, Ramsey se mostró agradecido y contento con la reacción del público que, salvo las consabidas cotorras de barra que se dieron cita en la parte de atrás de la sala, respetaron el carácter íntimo de la propuesta musical de Tyler Ramsey.
Una oportunidad estupenda para disfrutar de un músico que domina a la perfección los resortes de un género que no se prodiga mucho en la piel de toro, rayando a gran altura, exprimiendo su guitarra y su voz de una forma aparentemente fácil pero que atesoraba gran complejidad y que dejó a todos los que asistieron con un excelente sabor de boca tras la finalización de la velada.
Nos quedamos con ganas de más.